Por Nahuel Escalada | El conflicto en CONICET explota como lo hacen todos los conflictos en el gobierno macrista, tras un recorte abrupto e inesperado en las arcas y en los recursos humanos del sistema científico.
Luego de aquella decisión del 23 de diciembre pasado de expulsar a más de 500 trabajadorxs de ciencia del sistema, le siguió la construcción discursiva y mediata del posicionamiento ideológico en torno a la producción científica. La campaña de desprestigio confluye en poner en tela de juicio la dirección de las investigaciones que se producen en CONICET ridiculizando y tergiversando particularmente el trabajo de lxs cientistas sociales y de ciencias básicas.
Esta campaña abre la puerta a las decisiones que posteriormente se tomarían desde el directorio bajo mandato del ministro de Ciencia y técnica Lino Barañao, la de reducir el número de ingresos a carrera de investigador científico a 450 - en el año 2015 ingresaron 900 investigadorxs y según establece el plan Argentina 2020 el número de ingresos debe aumentar un 10% anualmente- a este recorte se le suma la decisión de que el 50% de los ingresos (es decir 225 ingresos) se destinen a temas estratégicos y tecnológicos.
¿Qué significa temas estratégicos y tecnológicos? Significa someter a la arbitrariedad del directorio de CONICET la decisión respecto a que investigaciones ingresan en esta categoría, casualmente y en concordancia con los dichos de Barañao se promueven investigaciones que redunden en la producción de patentes o de productos tecnológicos que produzcan utilidades. La ciencia, sostiene el ministro, tiene que producir dinero y trabajo; en su desconocimiento se olvida que las ciencias básicas y sociales han producido para la Argentina capital cultural, económico y científico de una relevancia mucho mayor que los estudios sobre el glisolfato.
En el contexto del vaciamiento del organismo, en todo el país trabajadorxs de CONICET se encontraron en la constitución de un plan de lucha que comenzó con la toma del polo científico en diciembre. La disputa no es solo salarial y por puestos de trabajo, es por la defensa de un sistema científico que venía de años de crecimiento sostenido.
En el caso particular de Entre Rios, el conflicto en CONICET se agrava a causa de la gran dispersión de investigadorxs, ante la poca proliferación de centros de investigación donde trabajar de manera colectiva, el trabajo del investigadxr se vuelca hacia un aislamiento en el cual las vicisitudes por las cuales atraviesa el organismo llegan como expresión de lo que se manifiesta en las grandes urbes y usinas de conocimiento. No es casual que Entre Ríos sea una de las provincias con menor número de científicxs vinculadxs al organismo, como tampoco lo es la negativa de parte de las autoridades de CONICET a brindar información certera respecto al número de investigadorxs y becarixs que se encuentran trabajando en la provincia. La unión y el encuentro permitirían poner en palabra y en cuerpos esta carencia que no se vio permeada por las políticas de expansión de vacancia geográfica. Se explica por la falta del ejercicio administrativo de la postulación por un lado y por la falta de estructuras capaces de contener a investigadorxs en la provincia.
A esto se suma un hecho que siendo muy positivo no encuentra aún medios de articulación, Entre Ríos es una provincia en la cual la oferta académica se encuentra ampliamente distribuida por su territorio, la ventaja de esta descentralización de la formación universitaria se encuentra con la contrariedad de que no existen aún canales institucionales que permitan la comunicación y el trabajo conjunto de científcxs. No obstante la situación amerita el acercamiento, no solo en repudio a la maquinaria perversa que está desguazando a paso acelerado el capital simbólico, cultural, económico y científico del país, sino también en defensa de lo que se ha construido en la provincia, donde en contraposición al fuerte impulso que se le ha dado a la actividad agropecuaria, productiva y de carácter exportador, la ciencia se aboco a la producción de saberes básicos que promueven la sustentabilidad y el conocimiento sobre nuestra flora y fauna, que dan cuenta de nuestras realidades y particularidades como litoraleños, que se esfuerzan por reconstruir nuestros recorridos históricos, el conocimiento creado dentro de los márgenes del rio como una de las primeras provincias Argentinas en promover económicas críticas, asociativas y de carácter social. Estas características identitarias de nuestro conocimiento y la forma de promoverlo, es visto hoy por las autoridades nacionales de CONICET no como una inversión, sino como un gasto prescindible en la producción científica.
Bajo esta premisa se produce el 22 de febrero la primera asamblea de trabajadores de ciencia y técnica de la provincia, y aunque la preocupación casi inherente a la realidad regional podría haber sido el devenir de la investigación y de las incorporaciones dentro en un área principalmente olvidada para CONICET, las discusiones viraron en torno a qué sistema científico defendemos para el país. Se trata de entender que no hay federalización posible sin un sistema fuerte capaz de comprender que la producción científica no se mide en divisas, no es un componente de la balanza comercial, o al menos no lo representa según las lógicas del mercado. Se expresó una asamblea en oposición a una ciencia al servicio del capital, incapaz de pensar en todo conflicto social que vaya más allá de los problemas propios de la academia.
El primero de marzo en la ciudad de parana lxs trabajadorxs de CONICET salieron a la calle a contarle a la gente cuales son los temas de investigación que se están trabajando en la provincia y porque es importante luchar contra el vaciamiento del organismo. Frente a una ciudadanía interpelada por la idea de un país que tras la barbarie ha de encontrarse con las causes que lo lleven a la normalización de las relaciones económicas y sociales – todo esto construido a partir del relato macrista de la pesada herencia- se logró reflexionar en torno a que es la ciencia, que es útil para la ciencia y como repercuten en el entramado social y la creación de conocimiento.
Me permito aquí insistir en la estrategia de la reconstrucción, la cual suscribe a la imagen propagandística que se han permitido crear en torno a la figura presidencial, la de un antihéroe que atravesado por las situaciones de deterioro que estaba atravesando el país en manos de la anterior gestión, decide dejar por fuera sus comodidades privadas para insertarse desde su simple humanidad en lo público como motor de las soluciones venideras que llegarían con sacrificio y a paso lento.
El próximo 1 de abril será el tercer plenario nacional de ciencia y técnica, donde cientificxs de todo el país construirán el plan de lucha y resistencia. Las lógicas del academicismo muchas veces se contraponen con el trabajador de ciencia en la calle, el ideario que se impuso en torno a una elite intelectual se cae cuando esa elite se reconoce como parte de una ciudadanía que va desenmascarando las capas amigables del neoliberalismo. La ciencia al servicio de la producción del conocimiento, del empoderamiento social de la soberanía del saber es un proceso identitario que se construye a partir de la articulación de esta con la ruptura en la estructura social y la anulación de derechos y garantías.
Arturo Jauretche sostenia en los profetas del odio y la yapa que la palabra cultura pierde su acepción aséptica para transformarse en una política cultural opuesta a la política cultural que se nos presenta como "cultura". Es una beligerancia imprescindible para obtener la síntesis como resultado frente a la pretensión de seguirmos imponiendo una cultura marginada de toda elaboración propia.
Ante los arrebatos de un poder mezquino y colonizante, estas palabras resucitan y llaman a la disposición de las mentes y los cuerpos, como espacio de intimidación a quienes se creen lxs detentorxs del derecho y el saber, como espacio de emancipación y lucha por una ciencia soberana e inclusiva.